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Voy a escribir sobre cómo me imagino nuestro sexo, a esta hora, en un lugar secreto donde no tengo mayor compromiso que el de mis letras conmigo mismo; hoy que escribo desesperado e impulsado por la fuerza venérea de mis deseos. Escribo tautológico e irresponsable. La verdad es que no me importa, sólo soy honesto y me acepto como víctima de mis ardores, de la inevitable falta que me generas cuando no estás.
Mi vida, es que no sé de qué manera decirlo sin que me duela, pero llevas más de una década no estando. Quiero decir: estás dentro, en la parte más suave de mi alma, donde guardo lo que espero que algún día se haga realidad. Ahora que lo pienso: esa parte es la que está petrificada y se despierta en las noches para exigirme tu vuelta. Pero no puedo; impotente me duermo de nuevo y me susurro desconsolado que no puedo. Eso es como si no estuvieras.
Y lo es así porque si fuera de otro modo, podría abrazarte en la madrugada tatuada de vapores luminosos. Acurrucarte en el hueco exacto donde han estado tantas y tantas pero yo sólo quiero que estés tú, que seas la dueña absoluta de las palabras que emanan de lo más protervo e inocente que habita en mí. Ay, pero quién dijera, mi amor, quién pudiera ver lo que hay entre nosotros; la sangre, el nombre, la duda de que no sabemos si vamos a poder con el juicio, con la pena.
¡A la mierda la pena, la vergüenza! ¿A ti te importa, griega mía? A mí no; te lo digo así, apostado en la ladera nebulosa de nuestro futuro, donde no se ve nada sino la fe de que estaremos lejos y juntos, arriesgándonos a todo. Tu nombre significa “la que defiende al hombre”; yo soy lo tuyo, lo que defiendes. Lo que nunca te va a dejar mientras lo ames. Yo te amo completamente, como si el cielo fuera la última frontera (pendejo aquél que ose pensar que lo es), como si la fuerza sea el último recurso ante la muerte. Somos la razón; seamos la razón. Yo soy el que suplanta tristezas, yo suplantaré la falta de suspiros de tu boca.
Quiero llegar y decirte que te llenaré de orgasmos, que alcanzaré la plenitud de tus piernas, que se abrirán tarde o temprano ante mí, para que me condene, para que te dejes caer en el infierno de nuestros nombres, del arte que son un hombre y una mujer que se quieren, que se necesitan. Somos un arte absoluto, el fuego interno que nace en las entrañas para desatar el peor de los idilios. Rasgarás mi espalda, yo lo sé, vas a dejarme marcada tu pasión; gritarás mi nombre como expulsando la falta, el pecado que somos desde hace más de 20 años. Pero te dejaré sudando, exhausta: desahogada en el fondo de la cama, de bruces e inerme ante mí. Así me darás tu última confianza, la que te daré yo cuando me mires a los ojos y sepas que sí, que soy tuyo.
Afuera estará nublado, mi vida, el cielo se habrá caído y a través de la ventana verás que estamos en nuestro sueño, lejos de la vida, cerca de la muerte. Porque al alzar el vuelo moriremos para que al ir de aquí para allá seamos un renacer interminable, una especie de parábola que no respeta nada, nada sino su ciencia y su perversión. Para entonces será demasiado tarde y nos daremos cuenta que nos estuvieron contemplando las copas, el vins rouge, el maté, los porros, el desorden de un piso de estudiantes. Pero, ¿percibes ese aroma? Ese horror que te ha emancipado los sentidos es la sorpresa de que no te imaginabas, hermana, que yo te imaginara así conmigo y lograra que tú también lo hicieras.
Después de esto te lavaré las piernas, los pezones. Bañaré tu fortuna con el agua extranjera en tu cuerpo. Y te digo que levantaré la mirada para verte y saber que esa altitud tuya es la misma que hay en lo que lograremos: siempre arriba, siempre afuera de nosotros: siempre para la fortuna de la revolución continua. Te vas a vestir de joven, de alma buena y yo usaré mi camisa a cuadros, los vaqueros desgastados y los tenis rojos. Saldremos, tomarás mi brazo, cargaré tu cámara, llevaré la mochila en la espalda: con mis cuadernos y mis plumas. Vamos a retratar el mundo… y al día siguiente partiremos a un lugar nuevo. Ahí, sin que lo dudes un segundo, también vamos a renacer: también voy a hacerte el amor y tú lo serás conmigo.
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