Póngale play antes de leer.
Se escucha la voz ausente
que no se ha dicho; de aquel lado
vive una risa. Hay 10 pasos.
Está el vacío que me destierra,
la mano lejana y el ojo que me busca:
y me encuentra. Sigues allá.
Pero no te tengo, sino dentro
del agua tus cabellos. Es cierto.
Ya sé que tú y yo no somos.
No lo seremos, ni hoy ni cuando
me vaya. (Porque me iré, no sé
cómo pero estaré afuera).
Son los celos y la falda la
tortura al mediodía. Estás fuera
de mi alcance. Eres el escape.
Yo, mientras tanto, soy la luz
desollada en la escalera
que se derrama incandescente.
Es el fluir de tus piernas,
la muerte de tus pasos,
las huellas: centros del universo.
Está la ignorancia, la que me sabe
aquí y se aleja. Siento que te quiero
pero sé que tú a mí también.
Vuelta de la mirada hacia el viento
destrozado de reclamos. Yo lo hago.
Te reclamo ahora que te pinto.
¡Ríes de nuevo, qué bueno!
Yo suspiro de afuera hacia dentro
para no borrarte, para sentir que puedo.
¿Qué puedo? Lo que nunca podrás
tú, lo que jamás verán más allá de
ti y lo que eres y lo que sientes que eres.
Fuerte y claro. Aquí lo tengo que decir.
Fuerte y claro. Te lo tengo que decir.
Fuerte y claro. Te tengo. No.
No. No hay nada. Sólo el intento
que duerme agónico en la madrugada
en que te manifiestas entre mis ventanas.
Te recibo entonces, pletórico
y emocionado; salgo al inevitable
encuentro con mi (la) desgracia.
Déjame mirarte aquí donde sé
que has suspirado de lejos,
donde has estado sin querer haber estado.
Y tú, ¿qué puedes sino la puerta entreabierta?
La ligera aventura del trayecto
que viene y va: que se azota. Ya no entras.
Me confundes, yo lo sé;
es probable que seamos dos peones
destinados.
El juego sigue. Yo lo puedo jugar.
Fuerte y clara la luz que se quedó
esparcida.
Ay, tus ojos que me siguen,
me quieren pero no me disparan.
Envuélveme: sácame de tus brazos.
Muéreme en la noche fría,
disfrútame a la hora donde no vendrás
y vas a decirme que te quedas.
Ay, estrella vacía e incompleta,
no fuiste, no serás
ni tampoco me amarás.
¿Y yo a ti sí? Perderé la paz
y el equilibrio que proviene de
la mentira dicha y del misterio incólume.
Quién dijera, a final de cuentas,
que era cierto e irreversible
consumirse cuando te miran de esa forma.
De la forma en que un mundo nace
y dos
se alejan.
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