sábado, 24 de diciembre de 2011

Página cinco

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Supe que
un día iba a 
hallarme camino
a ninguna parte, que apretaría
el puño deseando crear una frontera
qué cruza, que la música sería más lenta,
más amarga. Y todo cae de un segundo a otro,
se detiene el trayecto lúgubre de la noche y los nimbos
callados; pero qué importa, humo venenoso, qué importa si al
cerrar los ojos no puedo sino sólo aspirar  este momento, concentrarlo
todo en mis pulmones y sentir que  vivo, que caminar sin rumbo me hace existir,
girar en el universo, recaer en las entrañas apagadas de una virgen no dicha. 
Mientras se acaba la arena, mientras la sirenas mueren en una elegía 
polvosa, mientras las las huellas en el camino se salvan y vuelven
a ser camino andado, mientras todo se desintegra yo retrocedo,
miro absorto. No digo las horas. Muero abrazado junto al
fuego y al calcinarme se transparanten mis huesos. 
No digo. Soy. Atiendo el vuelo libérrimo de tu
espalda: manantial de ausencias y caricias al
sur. Supe que una noche iba a estar en el 
camino de regreso.
Ríe. 

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