Póngale play antes de comenzar a leer.
Lluéveme 900 noches. Después ven y recuéstate aquí, al lado mío, y observa cómo se cae el cielo mientras me sujetas de la mano. Escucha lenta, emocionada, la forma en cada gota nos describe, vida mía; siente el roce delicado del agua descubriéndote. ¡Esa geografía tuya que me pertenece! Esa sangre nuestra que corre dentro y desemboca en la paz de tus pechos, mi boca y nuestras piernas entrelazadas. Lluéveme una vez más. Pero antes abre tus ojos. Grandes. Ábrelos para recibirme en el arco iris... porque juntos somos un sol que solo se ve con tu mirada y la mía. Mira esos rayos sublimes. Nos están esperando. ¡Dios mío, Dios mío, Dios mío! Hoy te necesitamos porque somos el alma apretujada en la noche de la tormenta. Lluéveme, alma mía. Pecado mío. Sentencia que gozo al sufrirla. Lluéveme y conóceme así, todo yo. Catártico como el andar bajo las nubes atiborradas de nostalgia. Anacrónico como tu voz suave despertándome en las mañanas. Lluéveme, silencio mío, sacúdeme con el estruendo de tu rayo: electricidad inmaculada. ¡Después de las 900 noches siénteme en tus piernas! Me sabrás rendido. Todo. Absoluto. ¡Absuelto de tu ausencia! Atrapado en la lluvia incesante del recuerdo, la esperanza: nuestro tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario