Póngale play antes de comenzar a leer.
Cuando se escribe por algo se habla, decimos lo que hay dentro de nosotros. Por lo general escribimos viejas anécdotas, opiniones corrosivas o simplemente dejamos fluir las letras. Otras veces solo nos ponemos frente a las teclas (estos tiempos modernos) y descargamos sin un orden específico lo que llevamos clavado en el interior. ¿Saben también, hermanos, sobre qué escribimos siempre? Sobre amor. Más específicamente sobre desamor. Como sea, es lo mismo pero en una de sus tantas facetas; yo me considero un semiprofesional cuando del amor se trata para escribir. Lo he hecho durante toda mi vida de escritor de ocasión. Es más: Fue por él que comencé a hacerlo. Hasta poeta fui alguna vez; cuentista; novelista. Creo que me inicié en los ensayos así, también, de pronto, cuando fui presa de un sentimiento que inundaba cada una de mis arterias, hasta desembocar en un impulso de querer decir y no hacerlo. Porque si bien es cierto uno se atreve a escribir de amar, pero nunca a decir el nombre de a quién se ama. Es un secreto que jamás nos permitimos revelar; muchos dicen que por miedo. ¿Miedo a qué? Al rechazo, probablemente. (Está bien, sí, al rechazo pero hay otros motivos también.) Pero hay una razón más que la timidez y el temor de no ser correspondido. Es el de perder eso que por naturaleza nos corresponde, eso que surge de manera inesperada dentro de nosotros; primero en nuestros pensamientos, después en el estómago (cursi yo, me declaro culpable) y al último, siempre al último, en la mirada, en la ilusión, la fe... el silencio. Nada ni nadie nos impide amar, es más, nosotros mismos fabricamos el amor, nace en uno y no porque alguien venga y lo implante dentro de nuestras personas; todo lo contrario. Amar es aceptar nuestras carencias, aquellas cosas que no tenemos y que por nuestra propia cuenta no somos capaces de obtener e incluso sentir. Por eso es que una sonrisa, un movimiento dulce, o cierto tono de voz son capaces de cautivarnos. De igual manera el amar es ser vulnerable y la admisión de que otra persona tiene poder (de una u otra manera) sobre nosotros. Ahí surge el factor entrega y lo incondicional de esta última radica exclusivamente en cada quien. Sin embargo está; existe. En pocas palabras el amor es una interminable aceptación, de defectos y virtudes que a veces se desconocía existían; una inacabable luz que nos obliga a seguirla hasta que debemos de volver a aceptar, a decir "sí". Es decir cuando se acaba el enamoramiento (que confundimos con el apego), tenemos que vernos en el espejo y declararnos a nosotros: "Sí, te derrotaron. Acepta que perdiste. Ahora también acepta que tienes que continuar." La clave está en seguir adelante. No es fácil, yo lo sé, ustedes lo saben, todos los que alguna vez en su vida hayan amado (o por lo menos creído) saben que no es un acto de introspección que lleva 5 minutos y se termina con tan solo desearlo. Pero una vez que aceptamos, podemos volver a creer. ¿En qué? En amar, amigos. El ser humano siempre podrá amar una y otra vez. ¿No me cree? Ahora mismo usted está preguntándose: ¿Cuál será mi siguiente historia?
PD: Y solo como comentario general: Sí, este autor supera (otra vez) una pérdida amorosa.
Muy buenas las entradas al blog, me encantaron y lo mejor, tienen palabras sencillas y a la vez complejas que hacen ver las lecturas que les haces a los grandiosos escritores.
ResponderEliminarLos acentos son perfectos, no hay falla, pero creo que si es necesario que cuides un poco los puntos, las comas, los puntos y comas, etc. porque la lectura se entiende, pero no se lee correctamente. De ahí en más todo está muy bien :)