A esta hora y en este lugar donde la noche ya se posa sobre nuestras cabezas pero jamás en nuestros corazones, te digo, amada mía, que eres tú el sol que despierta suavemente mis sueños. Lo que mantiene unida la fe de mi interior con la realidad de que te tengo. No será esto una carta sino una manifestación de que a veces, cuando siento que ya los caminos se han separado por completo nos hemos de encontrar sin sorpresa alguna. ¿Por qué? Porque hemos sabido siempre que nos encontramos no como por arte de magia, pero sí como por arte del amor. Hoy te encuentras sometida a no sé qué. Yo todo el tiempo lo he estado a eso que te llevo a mi vida. Atados o no... somos uno.
Sigo aquí, vida mía.
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